Raúl Rodríguez Cruz
Conocer, comprender y vislumbrar lo que puede hacer un hombre suena metafísico, lo cierto es que las acciones, los recursos, los ámbitos, la experiencia y los resultados son los que marcan tendencias.
Tal es el caso de José Antonio Meade Kuribreña, el recién ex–secretario de Hacienda y Crédito Público y naciente canciller mexicano. Bastante se ha dicho y se dirá de lo que puedan realizar las mujeres y hombres del gabinete del presidente Peña Nieto, lo cierto es que entre ellos Meade juega un rol crucial. Para muchos es una sorpresa su designación, para su servidor no lo es. El nuevo titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores viene a ocupar una posición clave dentro del gobierno y el Estado mexicano ya que habrá de atender la política exterior, tema nada sencillo. Más allá de ello está lo que su formación y trayectoria representa en ese contexto, considero que la encomienda a este personaje estriba en lo que representa dentro del país y lo que puede representar en el exterior: conocimiento, experiencia y destreza en el manejo financiero del país, pero también relaciones con instituciones económico–financieras internacionales lo mismo de la banca privada, de otros estados o las supranacionales.
También refleja que su nombramiento lleva una consigna clara, rearticular las relaciones económicas de México con el mundo, buscar reposicionarlo en el exterior ¿quién sabe hacia dónde?, pero me atrevo a pensar que se dirige a incrementar la confianza de los demás países y organismos multilaterales en el nuestro. Puede que a los más reticentes a los perfiles de quienes administran el sector financiero estatal mexicano no les parezca, pero en este caso es fundamental el grado de tecnificación que implica el área para comprender lo que ocurre dentro del país y en el ámbito internacional, ya que Meade puede ser una piedra angular en el proyecto del nuevo gobierno, me refiero a que tanto el nuevo secretario de Hacienda, Luis Videgaray, como el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, puede que dependan de sus buenos oficios; el primero por cuestiones de renegociación de la deuda y manejo de créditos; el segundo por la apertura de canales para la política comercial mexicana, pero al final los dos buscarían que se tradujeran las acciones, en más inversiones por lo que les impacta, sea para regularlas fiscalmente y potenciarlas para que lleguen más.
Lo antes dicho no es un asunto menor, por el contrario, es vital para el proyecto que inició su marcha el pasado sábado en un entorno económico turbulento, ahí está la crisis en Europa con los devastadores efectos para Grecia y España, está la amenaza latente de la crisis en Estados Unidos, por mencionar unos casos. Poder identificar y calcular riesgos, prevenirlos y actuar políticamente con antelación será trascendental para que avance el país en medio de la incertidumbre mundial. En términos personales, los de Meade, podemos decir que ésta nueva tarea le abriría o cerraría oportunidades profesionales y laborales para el futuro, ya que su convivencia con tomadores de decisiones que impactan a escala global será una constante. Si pensamos positivamente Meade se consagraría como parte de un grupo plenamente identificable, ese que se le denomina “los financieros”. Algo más que lo hace destacable es el reconocimiento por su capacidad para concretar, con buenas cuentas, la reunión del G–20 en Los Cabos, México, que bien sienta un precedente como negociador y organizador de foros mundiales. Además de su formación como economista, está la de abogado, que si bien no ha ejercido si conoce de derecho económico y derecho internacional público, conocimientos refrescados tras su paso como titular de Hacienda. Las acciones y resultados están por verse, el simbolismo ahí está, y considero que lo descrito comunica bastante hacia adentro y hacia fuera de México.
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