martes, 1 de enero de 2013

Esquizofrenia cultural / des-satanizar a los medios

Gabriela Pinto Márquez


Los días recientes me han parecido de esquizofrenia cultural. Permítame el lector explicarme: cuando estudié la licenciatura en comunicación, después de conocer autores icónicos de la teoría crítica, la sociología cultural y la teoría sobre medios de información, la conclusión más natural era la satanización de los medios por la manipulación de la información y de la propagación de la ideología dominante; porque especialmente la poderosísima televisión se conoce como un arma de manipulación masiva.
Apenas en el año que se acaba de ir fuimos testigos de la primavera mexicana, nacida de un grupo de jóvenes, algunos comunicólogos, que cobraron conciencia de la fuerza y capacidad de los medios y que comenzaron a exigirles un mejor tratamiento de la información en el afán de formar ciudadanos. Aunque estoy de acuerdo con los planteamientos y exigencias del movimiento, sigo creyendo que es un poco más importante un proceso de alfabetización mediática con quien se deje, para que en algún momento tengamos la capacidad de examinar críticamente las oleadas informativas a las que estamos expuestos a diario y podamos formarnos una opinión crítica de lo que está ocurriendo en nuestro entorno.
La vuelta en escena del movimiento zapatista y otros factores son los que me han producido esta sensación de esquizofrenia cultural y mediática. En la reciente carta del Subcomandante InsurgenteMarcos a Luis H. Álvarez, llamó mi atención la mención que hizo el primero a un producto cultural delmainstream: el libro y su complemento televisivo Juego de Tronos. Hace unos años esto me hubiera parecido criticable, pero creo que ahora hay que saber de qué se habla en el panorama mediático para también entender las repercusiones que los medios puedan tener en la conformación de nuestras sociedades. Lo que estamos viviendo ahora es una constante paradoja cultural: el ícono zapatista hablando de una serie que se transmite por un canal de televisión de paga y al mismo tiempo prácticamente recomendando se acuda alpirata de confianza para conseguirla por un modiquísimo precio si fuera de nuestro interés; o la versión en línea del diario La Jornada del 31 de diciembre de 2012 que ponía juntas la nota de que el libro más vendido en el año pasado fue Cincuenta sombras de Gray, con un texto que hace mención sobre la riqueza cultural del país. Me topé con un breve extracto del libro que la editorial estuvo utilizando para promoverlo cuando me lo obsequiaron con lo que había comprado en una de mis últimas visitas a la librería. Cuando llegué a casa revisé el texto y me pareció curiosa la forma de promocionarlo pero el tipo de narrativa no me atrajo en lo absoluto. Para narrativa erótica prefiero los cuentos de Anaïs Nin, que me parecen menos burdos y más ingeniosos. Y que conste que no soy crítica literaria, pero me resulta una muestra más de las paradojas que estamos viviendo en cuanto a cultura: el éxito de lo digerible en contraposición con la riqueza cultural que puede haber en el país, igual que las grandes producciones mediáticas conviviendo a diario con lo realizado por los prosumidores (término de los recientes estudiosos sobre comunicación que refiere a quienes producen y consumen al mismo tiempo, como muchos usuarios de You Tube y otras redes).
Quizás esta percepción de esquizofrenia por la clara escisión en los contenidos mediáticos pueda ser un buen augurio porque no estamos permaneciendo en la crítica sin sentido; estamos tomando lo que antes nos parecía deleznable para darle otro significado, para quitarle ese gran poder que se le había conferido y tal vez eso era lo que nos hacía falta, des–satanizar a los medios para no atribuirles tanta capacidad y asumir que el control lo tenemos los públicos y los usuarios.

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