Claudia Magallanes Blanco
Les voy a contar una trama como de telenovela colombiana de cadena latina en Estados Unidos (para no hacer comerciales). Una pareja. Se conocen, se enamoran, se casan, trabajan en un puesto con acceso al poder y al dinero. Y comienzan los problemas.
Voy más despacio porque la historia tiene dos vertientes que se cruzan. Una es la historia profesional. Esposo y esposa colaboran en algunos negocios juntos, digamos que sus actividades profesionales se complementan. Lo que él gestiona ella lo construye. Otra es la historia personal, la relación tiene sus dificultades. Al poco tiempo de casados comienzan los problemas: infidelidades, expectativas desarraigadas de la realidad sobre lo que la pareja puede, o debe hacer para alimentar la relación. Lo personal siempre es político, ya lo dijeron las feministas en los 70. Y el ámbito personal de la historia se tronará político y en gran escala.
Los negocios van bien, hay relaciones sólidas que dan estabilidad a ese ámbito. De la mano del éxito en ocasiones vienen los excesos. Una noche llega el esposo a casa con unos amigos. El esposo quiere divertirse y pide a la esposa que los atienda a los tres. Aquí divergen las versiones pero sigamos una sola línea argumental, por ahora la de la esposa. Los tres hombres se divierten a costa de la mujer, es decir, la violan. Ella queda en shock. Él la amenaza. Ella decide irse de la casa y esconderse. Meses después cuando recibe amenazas en contra de su hijo (que no es hijo del esposo de la historia) ella decide denunciar. Como resultado de la denuncia el esposo y uno de sus amigos van a la cárcel, el tercero está prófugo. Se divorcian.
Ahora la trama profesional se complica. Con el exesposo en la cárcel la mujer decide hacer más denuncias. En esta ocasión de índole profesional. Hace de conocimiento público las irregularidades en torno al negocio del marido. Con éstas sale a la luz una red de corruptelas y manejos ilícitos que llegan a involucrar incluso a funcionarios del gobierno federal (por eso es telenovela colombiana, porque las de nuestro país no se meten con estos temas).
Los contraataques no demoran. Comienza una guerra mediática de declaraciones, descalificaciones y testimonios entre la esposa y funcionarios que se ven involucrados en las denuncias. Entonces el asunto de la violación tumultuaria se usa en contra de la mujer. En los medios se le ataca indicando que la violación fue una elaboración de ella, que nunca sucedió y que en realidad ella urdió un plan para mandar a matar a su entonces esposo. Un funcionario público se refiere a ella de forma peyorativa en una entrevista en los medios. Otro sub–protagonista (término que me acabo de inventar) la acusa de estar coludida con empresarios que desean destruir a su competencia en el negocio. El ataque hacia su calidad moral es duro. Ella se defiende, presenta argumentos, documentos, hace un recuento de hechos, insiste en que la violación sucedió, que es una causa penal que no debe ser expuesta por terceros no involucrados. Defiende su postura indicando que la corrupción y los ilícitos son ciertos. Explica por qué lo son. Porque funcionarios de gobierno intervinieron en una situación de carácter empresarial favoreciendo a un grupo de personas, entre las que estaba su esposo. Los funcionarios le dieron a este grupo atribuciones que no les correspondían para que pudieran ganar terreno en el negocio, incluso sacando de la competencia a la empresa que los incorporó en un primer lugar a ese rubro profesional. Con el escándalo público sobre el tema comienzan los pronunciamientos de distintos grupos, asociaciones e instituciones. Una de ellas decide crear una comisión que investigue los hechos de corrupción y logre develar la verdad.
Hasta ahí la historia. ¿Cómo ven?, ¿la seguirían con interés como telenovela o como película de suspenso político? Lamentablemente es “un caso de la vida real” en nuestro país. El negocio son los casinos (incluido el Royale de Monterrey), los funcionarios son del gobierno de Calderón y los ex esposos se llaman Talía Vázquez y Juan Iván Peña Neder.
Continuará…
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