Ana Lidya Flores

Difusa y lenta fue la estrategia de comunicación ante el estallido en el complejo de oficinas de Pemex en el Distrito Federal. Horizontal fue la respuesta de los ciudadanos para vehicular datos y criticar a los funcionarios implicados en ofrecer respuestas ante la tragedia que puso en jaque a la Ciudad de México y en zozobra máxima a los ciudadanos expuestos a los medios informativos.
Un gas acumulado fue lo que se generó en la cabeza de todos los malpensados que hicimos lo que nos dijeron que no hiciéramos, es decir, pensar. La estrategia comunicacional ante la crisis del jueves 31 de enero –pasadas las 15:40 horas–, consistió en frenar la elucubración ante la monumental desgracia, y peor, cuando se presentó en pleno el gabinete de seguridad para acompañar al titubeante Secretario de Gobernación. Todas las disciplinadas cabezas parlantes televisivas, decidieron hacer eco a la recomendación oficial, y moderaron, tanto como pudieron, el sospechosismo que corría con entusiasmo en las redes sociales y en las pláticas cara–a–cara sostenidas por los ciudadanos de a pie.
Los Medieros nos vimos obligados a analizar la prensa del día siguiente, aunque esta práctica sea cada vez vista con más desprecio por los jóvenestwuitteros yfacebokeros. Con 14 ejemplares en la mesa de trabajo, nos llenamos las manos de tinta y la cabeza con conclusiones divertidas sobre los comportamientos de las industrias periodísticas. Por ejemplo, la solución gráfica que Reforma y Metrodieron a una misma fotografía: un bombero cubre la primera plana del tabloide popular, mientras que un plano general informa más cabalmente en la parte superior del formato sábana del periódico de prestigio. Misma foto, tratamiento diferente para la prole y para el sector AB del consumo informativo nacional.
También nos llamó la atención que sólo un periódico incluyó en primera plana al pequeño conjunto de compungidos funcionarios en la noche del jueves 31 de enero. Fue el Unomasuno, que incluyó tres fotos en su primera plana, y en 1/16 mostró los rostros desencajados de Pedro Joaquín Coldwell (secretario de Energía), Jesús Murillo Karam (titular de la PGR), Francisco Vidal Soberón (secretario de Marina) y Miguel Ángel Chong (secretario de Gobernación).
Nos percatamos que dos medios tomaron como personaje central a la Torre de Pemex, en una clara evocación a las primeras planas de la tragedia del 11S. Estos fueron los tabloides 24 Horas y Ovaciones. Finalmente, hubo fotografías de víctimas afectadas por el siniestro y básicamente fueron mujeres con rostros de dolor y atendidas por los cuerpos de rescate. Este recurso fue utilizado por La Prensa, El Gráfico, El Universal y Reforma.
Así siguió nuestro neurótico monitoreo mediático –pasando por el escándalo del fin de semana presidencial en la playa Punta Mita, Nayarit–, para darnos de frente al televisor, cuando la noche del lunes 4 de febrero, la pantalla nos exhibió el rostro sonriente y dicharachero de un secretario de Gobernación que nos salió con que la explosión fue “difusa, lenta y horizontal”. Eso dice la autoridad. Los columnistas alineados al poder, le dieron la razón. Los columnistas y reporteros críticos, siguen exigiendo que la atribución de responsabilidades llegue hasta las últimas consecuencias, con más preguntas que respuestas para sus lectores.
El hecho es que hay familias rotas por un incidente grave, y una gestión informativa que apostó por el silencio frente a una ciudadanía desconfiada, hipercrítica e hipervinculada a través de las redes sociales. 101 horas de despropósitos informativos. 37 muertos. Más de 100 lesionados. Y una cantidad inconmesurable de mexicanos que no creen en un estallido difuso, lento y horizontal.
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